Amargura y resiliencia

Iluminabas la calle por la que pasaba Amargura,
la deslumbrabas, narcisista de sentidos,
y sonreías triunfante.

Ella se enfrentó a ti
muy lejos de aquello que llamaban rendirse.
Sacó todas sus armas,
sacó la tristeza, la soledad,
te perforó con un pedazo de rabia
y sangraste ira sin querer.

Pero sonreías.
Aun mutilado por Amargura, sonreías.
Ella te miró curiosa,
pues ahora brillabas aun mas que antes,
y la oscuridad de amargura cada vez era menos negra.

Te levantaste del suelo,
las armas de Amargura se desvanecieron
y le sonreíste con resignación.

Amargura sacó el miedo como escudo.
Esperando el contraataque que tenías para ella.
Ataque que nunca llegó.
Amargura ahora es morada, ya no es negra.

Te acercas a ella,
recorres su cara con tu mano y dejas un rastro de claridad
por allá donde va apareciendo unos dientes que llevan años
sin ver la luz.

Te presentas,
te llamas resiliencia,
y muy encantado de conocerla no estás que digamos.
Pero eres experto en empezar de cero,
sanador de segundas oportunidades
y costurero de corazones.


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