No necesito perderte

Ella me miraba con dulzura,
yo a ella con aprecio.
Ella era dulce por naturaleza,
yo, sin embargo,
no sabía apreciar a nadie.

Cada día sacaba su mejor sonrisa,
su cara de ángel,
y salía a pasear cubierta de caramelo.

Yo nunca sonreí a nadie,
no recuerdo la forma de mis dientes.
No se levantar la vista mas allá del suelo,
en mi armario  solo se ve negro.

Quería alguien que volviera a mirarme como ella,
alguien que viera en mi seriedad
las elecciones que debía cumplir cada noche al acostarme.

Era política de sentimientos.
Choriza de felicidad.
Prometía sonrisas,
e ilusiones robaba cada día más.

El problema era elegir entre su dulzura o mi apatía.
Cada noche decidía volver a casa,
a quedarme conmigo,
a cuidar de mi egoísmo.

Jamás perderé el orgullo suficiente
para decir que me arrepiento,
pero puede que lo haga.
Todos a cubierto.

Corren las bombas tras nosotros,
la guerra por el abandono,
el tira y afloja que destrozó dos países
por falta de comunicación.

Justo el ingrediente que siempre nos faltó,
quizá por eso la relación a veces nos sabia sosa.
¿Qué cojones?
¡Me arrepiento!

Me arrepiento por no valorar tu sabor a miel,
por guardarme todas mis sonrisas
y quedarme las tuyas,
por robarte tu alegría.

Me arrepiento de mi amargura,
de no dejarte participar en una historia de dos,
me arrepiento de que no me guste el café,
y de ocultarte tantas veces del sol.

Te echo de menos,
y es por eso por lo que te lo tengo que decir.
No necesito perderte,
para darme cuenta de lo que se siente.


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