Hijos de puta con sonrisas de colores

Incrédula miro las paginas ardiendo 
encima de la cama que lleva
doce dias sin hacer. 
Empiezan a quemar el colchón,
y con él, 
todos y cada unos de tus recuerdos,
y de tus victimismos patéticos y efímeros. 
Tan efímeros como tus besos, 
tan patéticos como tus te quiero. 
¿Cómo he podido estar tan ciega? 
Si es que te he querido como a nadie
y ahora te odio como nunca. 
Haz el favor de recoger tus sucias mitades y tus desprecios
mételos en una caja de cartón con olor a despedida amarga
y márchate por donde nunca habías venido. 
Recoge los regalos que me hicieste a regañadientes,
todos los reproches, los celos de mierda, 
y la pluma sin tinta que lleva tres semanas debajo de la cama
y vete de una vez,
que estoy harta de el sabor a cobardía que me has dejado en el felpudo,
y de las goteras de cocodrilo que me has dejado en el techo del corazón, cabrón.
Déjame que saque a mi sonrisa a pasear,
y llévate tu puta correa y tu jaula de mierda, 
que me tienes hasta el coño,
de tanto escuchar que manda tu polla.
Que tu abuela sea quien te diga lo guapo que estás por las mañanas,
y que sean un puñado de putas 
las que te pregunten 
por qué estás sólo. 
Por que solo así 
vas a descubrir 
que hay que aprender
a valorar lo que se tiene
antes de quedarte sin nada. 


A ti, que un día te dediqué
todos mis poemas de amor.
Hijo de puta.

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