Tengo una sonrisa que es mi mejor amiga.

De pequeña solía decir que el mundo era algo complicado para mi, 
y qué razón tenía esa niña con una sonrisa preciosa que murió a los catorce años. 
No hay nada mas complicado que el mundo. 
No hay nada mas triste que crecer rápido,
y no poder contárselo a nadie.


Hoy en día no le temo a nada, 
porque hace tiempo temía a todo. 
Han pasado personas por mi vida a las que he mirado de frente, 
les he entregado mi corazón y he cerrado los ojos. 
Sabía que estaba destinado al fracaso. 

Una vez fui eso, el fracaso. 
Fui la hija fracasada de una madre maravillosa, 
la pareja fracasada de un chico que me quiso,
fui la persona fracasada, con el alma mas negra que la noche. 

Poco a poco, practicando sonrisas frente al espejo, 
salió una que me gustó. Una de verdad. 
Y la elegí para que me acompañara en la soledad, 
para que me ayudara a ser feliz. 

Ella, mi sonrisa, fue mi felicidad. 
Apareció de la nada y me dio fuerzas, 
me dijo que podía con todo y hoy, 
cuando la tristeza me visita y me supera, 
ella está ahí, asomada en la comisura de mis labios, 
impulsándome a luchar. 

Es gracias a ella que hoy todo me parece mas fácil, 
aunque a veces se ausente porque sabe que necesito estar sola, 
ella está ahí, bajo mi piel, esperando el momento perfecto para plantarse en mi cara
y decir "aquí estamos, tu y yo". 

Lo hago.
Le doy la mano, 
le entrego mi corazón 
y por primera vez en la vida
no cierro los ojos. 


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