Querida M.

Sonríes como si nada, 
fingiendo que todo va bien, 
con una coraza por fuera que no llega al corazón
tuyo, mío, ni de nadie. 

Tienes un llanto envenenado que calla
lo que tus cicatrices hablan. 
Tienes una sonrisa que es preciosa
y que esconde un dolor que abarca ciudades.

Te dicen "no me llores"
los ingenuos que no comprenden que tu no lloras,
porque tu no estás viva. 
Porque hace tiempo que moriste. 

Te dicen que sonrías, que seas fuerte. 
Y no comprenden que tienes el alma deshidratada,
un pecho vacío de mariposas 
y unas espinas en las pupilas clavadas.

Como duele saber que tu dolor lo llevas sola,
cuando yo duelo a tu lado.

Cuando te cortas y sangro contigo, 
cuando sangras y soy yo quien llora. 

Aquellos idiotas que no conocen tu pena
querrán reparte en apariencias como un juguete roto 
que de adorno queda precioso, 
pero que por dentro ya no sirve para jugar. 

No les hagas caso, 
tu pena se reparará por dentro, 
restaurando tu corazón 
y llenando el pecho de hechos que te lleguen hasta el alma.

Aquí estoy yo, amiga mía, 
para darte fuerzas, para espantar a la soledad,
para golpear a la tristeza, 
para sujetar el cielo cuando se te caiga encima. 

Aquí me tienes, corazón, 
con tu pena colgando en mis manos, 
mezclada con la mía. 

Esperando un puñado de alegría,
con la que drogarte cuando estés dormida. 
Para que un día te levantes y, sin darte cuenta, 
se acabe esta denegría. 

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