Supongamos.

Supongamos.
Supongamos que hay papeles arrugados
abrazándome frente al frío que dejan los recuerdos,
que el arte deja de ser arte
y se convierte en tristeza aromatizada.

Supongamos.
Supongamos que el dolor no se va,
que tengo miradas en la nuca
y el pelo suelto enredado en tu ausencia
sin nada que lo sostenga y me sostenga a mi.

Supongamos.
Supongamos que hoy estoy melancólica,
que Ludovico Einaudi reina en mi habitación
que huelo a tabaco y sé a tristeza
y vuelo montada en avispas salvajes.

Supongamos.
Supongamos que tengo un plan
para seducirte, para reducirme,
que tengo un plan para recuperarnos
para salir ilesos del holocausto que es mi vida.

Supongamos.
Supongamos que te he echado de menos,
que no he podido olvidar tus manos ardiendo deslizándose por mi espalda,
que no olvido tus zapatos siempre llenos de barro,
que no me deshago de tus ojos y tu mirada me persigue.

Supongamos que no te has ido.
Supongamos que nunca me dejarás.
Supongamos que aun estás aquí.

¿Qué habría pasado si no hubiese dejado una estela de distancia interponerse entre nosotros?
¿Qué habría pasado si nos hubiésemos sabido querer como se quieren quienes no existen?

Comentarios

Entradas populares