Vocación y otras cosas maravillosas

Aprendí el arte del abrazo por inercia
cuando unos ojos que no comprendían
me miraron de frente
y buscaron refugio en mi cuando ni yo misma sabia donde estaba.

Me encontré entre ceños fruncidos
y la incertidumbre de lo irreconocible
y fueron los dos siguientes segundos
donde encontré mi aceptación mediante miles de sonrisas.

Cuando mi vida se encontraba vacía
y mi rumbo estaba desorientado,
decidí encontrarme buscando a otras personas
y efectivamente ese era mi camino.

En los silencios,
en sillas adaptadas,
en síndromes que dificultan la vida,
en sonrisas infantiles que,
día tras día,
me volvían a preguntar mi nombre y volvían a quererme
como si fuera la primera vez.

Fue en esas circunstancias
cuando descubrí cual era mi destino.
Cuando descubrí la felicidad en una sonrisa por inercia,
cuando ellos sonreían por la misma.

Y se que durará poco,
pero se que es lo que tiene que durar.
Y nunca necesitaré mas que un puñado de alegría frente a la discapacidad,
para descubrir que mi capacidad está
solo donde caben ellos.

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